Cronología del Absurdo
El
hombre, sueco o finlandés, no hablaba español, aunque dadas las circunstancias
podría pensarse lo contrario. Cerró el libro en una página que no recordaba
haber leído y decidió levantarse. Miró a los lados, le pareció escuchar una voz
diluida en la distancia. “No están dormidos” pensó, mientras caminaba hacia el
final del pasillo. Lentamente, acercándose cada vez más al reflejo corroído y
oxidado, escrutó las esferas nebulosas que se asomaban como estrellas muertas
en la oscuridad de la noche.
Experimentó
un descenso, una caída hacia un laberinto opaco vagamente familiar en medio de
sus perturbados recuerdos. Abre los ojos, como perdido entre la bruma del
olvido, para contemplar el velo de la nada eterna. Exiliado de la luz, deambula
por callejones desdibujados, adivinando esquinas y rincones, sorteando las
trampas que le tiende la memoria.
La patria es un lugar extraño; nostalgia
propia de hombres y existencias que se desvanecen en el tiempo.
Cierra el
libro, olvidado en una página que nunca había leído.
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