Hong Kong y la decadencia de Occidente

El 1 de octubre, mientras China celebraba 70 años de revolución, el balazo de un policía perforaba el pecho de un manifestante en Hong Kong. Fue la primera vez que se utilizó munición real desde que empezaron las protestas.
Mientras Xi Ping cumplía todos los clichés hablando del orgullo nacional, la reunificación y la determinación del pueblo, Hong Kong continuaba descendiendo en una espiral de violencia que va a terminar con algún tipo de intervención del gobierno chino.
La posible desaparición de Hong Kong como sociedad abierta es un espejo de la decadencia de Occidente, de una cultura polarizada sin un proyecto común que ya no cree en los valores que la definen, en particular la libertad, la razón y la democracia.
China está exportando un sistema través de su expansión económica. Un totalitarismo digital capitalista que ejerce su poder a través de la deuda y la inversión, amenazando con alterar las dinámicas del máximo valor que reconocen los mercados globales: el dinero.
La lista actual de corporaciones involucradas en casos de censura política dice tanto de la enorme influencia de China como del cinismo y la complacencia de Occidente. Los últimos días, con la censura a South Park y el conflicto abierto con la NBA, son una muestra de la relación que va a tener el gobierno chino con quienes se atrevan a ignorar y cuestionar el discurso oficial.
Parece una gran ironía que grandes empresas, que pudieron existir solo gracias a las condiciones creadas por el liberalismo democrático, renuncien a nuestros valores por presiones económicas. Pero en realidad es lo que han hecho a través de su historia: explotarlos cuando pueden ser monetizados y mejoran la percepción de sus marcas, y abandonarlos cuando representan un riesgo para los inversionistas.
Nike es el ejemplo perfecto. Cuando la empresa apoyó a Kaepernick en la polémica con la NFL por las protestas durante el himno lanzaron una campaña publicitaria con el eslogan: “Cree en algo. Incluso si significa sacrificarlo todo”.
Ahora, con el conflicto entre el dueño de los Rockets de Houston y China por un tweet sobre las protestas de Hong Kong, Nike decidió retirar todos los productos de los Rockets de las tiendas chinas, como si el equipo no existiera.
Esto expone la relación entre el discurso y la acción, entre la realidad y la propaganda. El verdadero eslogan es: “Nike no cree en nada si significa sacrificar millones de dólares”… y pareciera que Occidente tampoco. Para explicar el por qué sería fácil señalar el núcleo vacío del capitalismo, que sin duda es uno de los factores, pero el diagnóstico es mucho más complejo y no es el espacio para hacerlo.
A pesar de innumerables errores y atrocidades, la cultura occidental construyó con enormes sacrificios el sistema que mayor prosperidad ha traído a la humanidad. Sin embargo, parecemos listos para abandonar una cultura que hoy solo se juzga desde los ismos de la izquierda y la derecha, representados en términos generales por distintas versiones de posmodernismo y premodernismo.
La verdadera ironía es que Hong Kong, que tiene su origen en el colonialismo británico, hoy lucha por el sistema y los valores que definen a Occidente. Mientras nosotros, desencantados y enfrentados en una polarización existencial, parecemos dispuestos a demoler el sistema desde la rabia, el resentimiento y el cinismo.
Todo indica que Orwell tenía razón y el futuro será una bota sobre un rostro humano para siempre, pero al menos vamos a poder alternar entre la bota y los algoritmos.

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