Meridiano de Sangre: El mal o el drama de la libertad



La novela de Cormac McCarthy, considerada por algunos como su obra maestra, comienza con un extracto de un artículo publicado en The Yuma Daily Sun el 13 de junio de 1982 que dice lo siguiente:

“Clark, que el año pasado dirigió una expedición a la región de los afares en el norte de Etiopía, y su colega Tim D. White, de la Universidad de California en Berkeley, añadieron que un cráneo de 300.000 años de antigüedad, encontrado anteriormente en dicha zona y objeto de una nueva exploración, muestra claros indicios de haber sido escalpado.”

Para McCarthy el debate sobre la violencia como elemento intrínseco de la condición humana se decidió mucho antes de que comenzáramos a pensarlo. La tierra escalda bajo el sol, mancillada por las huellas del crimen original. En el viento árido se escucha el rumor del parricidio; junto a un río seco yacen los esqueletos abandonados de pájaros y caballos, de pioneros, borrachos y niños en el desierto. El aire es impropio, los ancianos realizan conjuros por la destrucción de sus enemigos, los monumentos fueron fundados sobre la sangre de culpables e inocentes. Los mitos de tiempos remotos se pierden entre los laberintos del destino y advierten sobre la crueldad del corazón humano. Bestias de cacería ornamentadas con dientes y cabelleras humanas; vestidos de novia ensangrentados, sombreros de paja y barro, pinturas de guerra, y las pistolas, las lanzas y las flechas.

Meridiano de Sangre es un western metafísico cercano a la tradición oral de los profetas bíblicos. La puntuación de la prosa es escasa cuando no inexistente, el lenguaje arcaico y cifrado señala constantemente aquello de lo que no se puede hablar. La contemplación del hierro y el fuego, los ojos que reflejan las llamas en la oscuridad de la noche, la geografía que no fue creada tomando en cuenta las necesidades del hombre. El silencio y el sol, errantes en la densidad del tiempo.

La historia, abrumadora y etérea, no cuenta con verdaderos protagonistas. El mundo interior de los personajes yace oculto en medio de una naturaleza descrita con obsesión mística. El chaval, el Juez y la compañía de Glanton permanecen impenetrables. McCarthy parece apuntar hacia algo más sutil y complejo, hacia el caos de los orígenes de la vida en la tierra y el encono ancestral que se engendra en ella misma. El ser humano fue arrojado a la existencia, aún debe probar que es capaz de otorgarle un sentido. Lo decisivo, sin embargo, es lo que sucede en el lector. En última instancia, Meridiano de Sangre trata sobre aquello que su lectura despierta, el reflejo de algo que trasciende la conquista del oeste y el choque entre tribus nativas y el proyecto de civilización occidental. Una perplejidad incómoda que se maravilla de que exista algo en vez de nada.

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