"Una breve historia de casi todo"
"Una breve historia de casi todo " es un libro para la curiosidad y el asombro. Si alguna vez has pensado acerca de los orígenes del Universo, la Tierra, la vida y el ser humano, tienes que leerlo. El título sin duda resulta ambicioso, pero Bill Bryson demuestra estar a la altura del desafío.
Su estilo narrativo es accesible, muy diferente a las exposiciones académicas de los libros de texto, que suelen ser aburridos y densos. Bryson cuenta la historia como si se tratara de una conversación en la que los temas van surgiendo naturalmente, y aunque en los capítulos alcanza cierta profundidad, nunca se vuelve demasiado técnico. Uno de sus mayores logros es tener la capacidad de despertar constantemente sentimientos de perplejidad al colocar nuestras vidas en perspectiva. Revelando la abrumadora complejidad de un Universo tan vasto y rico que siempre supera los límites del pensamiento humano.
"Constituye un curioso rasgo de nuestra existencia que procedamos de un planeta al que se le da muy bien fomentar la vida, pero al que se le da aún mejor extinguirla."
El descubrimiento de la realidad y la comprensión de sus misterios ha sido, es y será el proyecto humano más ambicioso y emocionante que como especie compartimos. Las cuestiones más relevantes sobre cada uno de nosotros, como el sentido de la vida o nuestra relación con la muerte, nacen de ese impulso que nos lleva a preguntar y buscar respuestas a los fenómenos de la existencia: ¿por qué hay algo en vez de nada? ¿qué pasaría en la Tierra si hace erupción un supervolcán? Aunque la incertidumbre es una de las características que define a la condición humana es una de las que más nos cuesta aceptar.
A través de cada capítulo Bill Bryson desarrolla su historia de casi todo en orden cronológico. Desde los primeros instantes del cosmos hasta la aparición del homo sapiens, pasando por las partículas subatómicas, los elementos y la evolución de la vida. En ellos también hace homenaje a los hombres y mujeres, en muchos casos ignorados y olvidados por la historia, que impulsaron el conocimiento humano más allá de lo que parecía posible. Su estructura es perfecta para hacer el recorrido en orden o elegir capítulos por temas y personajes específicos.
"Así como no hay ningún lugar en el que se pueda encontrar el borde del universo, tampoco hay ninguno en cuyo centro podamos plantarnos y decir: "Aquí es donde empezó todo. Este es el punto más central de todos". Estamos todos en el centro de todo. La verdad es que no lo sabemos con certeza; no podemos demostrarlo matemáticamente."
Después de leerlo estuve pensando sobre lo que más me había impresionado y siempre llegaba a los mismos puntos: en primer lugar el compromiso, la determinación, la resistencia y el sacrificio de quienes recorrieron el planeta en condiciones extremas de pobreza, incomodidad e inseguridad, abandonando sus familias, arriesgando los ahorros de su vida y enfrentando la muerte por comprobar una teoría y compartir la verdad con el mundo.
Horas, días y años de dedicación obsesiva, de una entrega absoluta sin garantías, dispuestos a mojarse, fracturarse y pasar hambre, sabiendo que podía tratarse de un error o una falsa pista. La mayoría de las veces el final es un laberinto sin salida. No somos conscientes del esfuerzo que hay detrás de cada ley, cada invención y cada experimento. El mundo, con todos los objetos fabricados por el hombre, con los sistemas que ha desarrollado su intelecto, es testimonio de la voluntad humana que busca saciar su sed de conocimiento, pero también de progreso y trascendencia. Es la misma voluntad que construyó las pirámides y descubrió el funcionamiento del sistema solar, la que postuló la relatividad y logró lanzar una sonda hasta Plutón.
La gran ironía es que ese mismo ser también ha sido capaz de alterar datos, tergiversar resultados, manipular experimentos y falsear estadísticas para obtener prestigio, fama y en ocasiones riqueza. No importaba que se tratara de una versión parcial de la realidad o de una mentira que pusiera en peligro a otras personas. La mala ciencia ha producido algunas de las mayores catástrofes de la historia: la bomba atómica, la contaminación química de nuestros cuerpos y del planeta, son terribles evidencias de esto.
Aunque la ciencia no siempre ha trabajado por los intereses del poder y el dinero, ha mostrado una resistencia histórica a reconocer sus incertidumbres, a explicar clara y abiertamente que los resultados de una investigación o las conclusiones de una teoría no han sido comprobadas. Miles de experimentos y estudios a través de los años han sido publicados sin la revisión crítica e independiente de especialistas. Trabajos con fallas metodológicas y datos cuestionables son presentados a la opinión pública como grandes descubrimientos, con títulos atractivos y conclusiones espectaculares.
Uno de los ejemplos más lamentables lo encontramos en el debate sobre el calentamiento global. A pesar de que se han hecho grandes esfuerzos para investigar a fondo la relación entre la actividad humana y los cambios climáticos, aun no se ha logrado un consenso inapelable. Hay tantos estudios con modelos fallidos y datos contradictorios circulando en los medios de comunicación, que la personas comunes no somos capaces de separar la opinión de los hechos, ni la evidencia científica del lobby político. Nos encontramos en un estado de confusión general mientras el debate se desplaza cada vez más hacia la esfera política, profundizando la polarización. La realidad objetiva parece inalcanzable, al menos por ahora.
Esta es solo una de las pequeñas guerras que se libran dentro de la comunidad científica. En la que los prejuicios teóricos y sociales, y los delirios de grandeza muchas veces se imponen a la transparencia y el compromiso con el conocimiento. Sin embargo hay esperanza, hemos demostrado que en determinadas circunstancias somos capaces de hacer grandes cosas, y aunque el presente es sin duda problemático, los avances en casi todos los aspectos de la vida humana son incuestionables.
Debemos apelar a ese espíritu de asombro, a esa necesidad de trascendencia que exige lo mejor de nosotros como individuos y como especie. Es el sentimiento que "Una breve historia de casi todo" intenta despertar. Sacudirnos de nuestra comodidad y complacencia, apostando a que la comprensión y el recuerdo de lo que somos transforme nuestra disposición hacia aquello que el gran Carl Sagan describió como el punto azul pálido:
Horas, días y años de dedicación obsesiva, de una entrega absoluta sin garantías, dispuestos a mojarse, fracturarse y pasar hambre, sabiendo que podía tratarse de un error o una falsa pista. La mayoría de las veces el final es un laberinto sin salida. No somos conscientes del esfuerzo que hay detrás de cada ley, cada invención y cada experimento. El mundo, con todos los objetos fabricados por el hombre, con los sistemas que ha desarrollado su intelecto, es testimonio de la voluntad humana que busca saciar su sed de conocimiento, pero también de progreso y trascendencia. Es la misma voluntad que construyó las pirámides y descubrió el funcionamiento del sistema solar, la que postuló la relatividad y logró lanzar una sonda hasta Plutón.
"Los miembros de la expedición navegaron por el mundo tres años y medio recogiendo muestras, pescando y dragando sedimentos. Era un trabajo bastante monótono, desde luego. De un total de 240 entre científicos y tripulación, uno de cada cuatro abandonó el barco y ocho murieron o perdieron el juicio ".
Aunque la ciencia no siempre ha trabajado por los intereses del poder y el dinero, ha mostrado una resistencia histórica a reconocer sus incertidumbres, a explicar clara y abiertamente que los resultados de una investigación o las conclusiones de una teoría no han sido comprobadas. Miles de experimentos y estudios a través de los años han sido publicados sin la revisión crítica e independiente de especialistas. Trabajos con fallas metodológicas y datos cuestionables son presentados a la opinión pública como grandes descubrimientos, con títulos atractivos y conclusiones espectaculares.
Uno de los ejemplos más lamentables lo encontramos en el debate sobre el calentamiento global. A pesar de que se han hecho grandes esfuerzos para investigar a fondo la relación entre la actividad humana y los cambios climáticos, aun no se ha logrado un consenso inapelable. Hay tantos estudios con modelos fallidos y datos contradictorios circulando en los medios de comunicación, que la personas comunes no somos capaces de separar la opinión de los hechos, ni la evidencia científica del lobby político. Nos encontramos en un estado de confusión general mientras el debate se desplaza cada vez más hacia la esfera política, profundizando la polarización. La realidad objetiva parece inalcanzable, al menos por ahora.
"Pero aquí hay un punto sumamente importante: hemos sido elegidos, por el destino, por la providencia o como quieras llamarle. Somos, al parecer, lo mejor que hay. Y podemos ser todo lo que hay. Es una idea inquietante que podamos ser el máximo logro del universo y, a la vez, su peor pesadilla".
Esta es solo una de las pequeñas guerras que se libran dentro de la comunidad científica. En la que los prejuicios teóricos y sociales, y los delirios de grandeza muchas veces se imponen a la transparencia y el compromiso con el conocimiento. Sin embargo hay esperanza, hemos demostrado que en determinadas circunstancias somos capaces de hacer grandes cosas, y aunque el presente es sin duda problemático, los avances en casi todos los aspectos de la vida humana son incuestionables.
Debemos apelar a ese espíritu de asombro, a esa necesidad de trascendencia que exige lo mejor de nosotros como individuos y como especie. Es el sentimiento que "Una breve historia de casi todo" intenta despertar. Sacudirnos de nuestra comodidad y complacencia, apostando a que la comprensión y el recuerdo de lo que somos transforme nuestra disposición hacia aquello que el gran Carl Sagan describió como el punto azul pálido:
"Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido."
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