Mr. Something
Mr.Brown, que llegó a Macondo en tren, había decidido marcharse del pueblo cuando lo invitaron a almorzar en casa de los Buendía. Por casualidad probó un banano y poco tiempo después creó la compañía que transformó a Macondo para siempre. Mr.Brown, la compañía bananera y su relación con el pueblo son el símbolo de la ingenuidad del latinoamericano y de los extranjeros que han construido imperios aprovechando oportunidades, no siempre de la manera más honesta.
Hace poco leí un cuento de Augusto Monterroso titulado Míster Taylor, que narra la historia de un peculiar americano recién llegado al Amazonas (Mr.Taylor) que hace una fortuna casi por casualidad exportando cabezas reducidas elaboradas por los nativos. Me recordó un poco a “100 años de soledad” porque tiene algo de ese realismo fantástico en la narrativa y por la figura del extranjero que se enriquece explotando y destruyendo al pueblo que lo recibe en el proceso.
En este caso, las cabezas son exportadas a los Estados Unidos, donde son vendidas por un tío de Míster Taylor. Rápidamente la demanda aumenta exponencialmente y no hay suficientes cabezas para vender. Se inventan guerras y se cambian leyes para conseguirlas, estableciendo un régimen de terror en el que ninguna cabeza es sagrada. Al final el propio Míster Taylor envía la suya en una caja. No hay más cabezas, se acabó el negocio.
Dejando de lado la crítica al capitalismo y a los invasores imperiales contenida en la historia, lo que más me interesó fue el asunto de las cabezas reducidas. Obviamente las he visto en películas y había escuchado un par de cosas sobre ellas pero no tenía idea de cómo las hacían ni en dónde. Investigué un poco y el hallazgo fue sorprendente.
En Sudamérica, las cabezas eran fabricadas por algunas tribus de Ecuador y Perú (nativos conocidos como Jíbaros) aunque después aparecieron varios imitadores. Lo increíble es que la historia de Míster Taylor no estaba demasiado alejada de lo que sucedió en realidad. El tráfico de cabezas reducidas con los extranjeros alcanzó tales extremos, que en efecto se provocaron guerras tribales para satisfacer la demanda y muchos de los locales no se atrevían a deambular por la selva por temor a ser decapitados. En 1930 los gobiernos de Ecuador y Perú tuvieron que intervenir y prohibieron el libre comercio de las codiciadas cabezas. En los Estados Unidos está prohibido importarlas desde 1940. Por esto, comenzaron a circular falsificaciones hechas con cabezas obtenidas en las morgues o de animales como perezas y monos.
Para los jíbaros las cabezas reducidas contenían el alma del guerrero vencido, una forma de poseerlos aún después de la muerte. ¿Por qué resultaban (o resultan) tan atractivas para el hombre "civilizado"? Da que pensar el hecho de que algo en principio tan "bárbaro", símbolo de la vida convertida en trofeo, pueda cautivar a tantos.
Un último dato curioso: Dos cabezas reducidas fueron encontradas en un campo de concentración al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Una de ellas fue presentada como evidencia en los juicios de Nuremberg. ¿Jíbaros Nazi? I don't think so.
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