Blue Label: "El infierno es la memoria"

 

Todo el mundo da por sentado que la gente habla muchas pendejadas. Asumimos que la cultura de nuestro país, de nuestra ciudad y la de nuestro círculo de amigos y conocidos (especialmente ese círculo) no es más que un cúmulo de clichés y lugares comunes que no significan nada. Que los recuerdos, los rumores y los inventos se amontonan como una masa amorfa que nos pasamos de generación en generación. Y cada quien, cuando le llega su turno, repite las pendejadas que todo el mundo dice y ha dicho durante años. 

La sabiduría popular nos parece cursi, vainas de viejos, que tal vez servían en una época caduca que no tiene nada que ver con la nuestra. Ese sentimiento de desdén e incredulidad hacia las cosas de la vida que la gente comparte en situaciones cotidianas, como la cola de un banco, una carrera en un taxi o unas arepas de madrugada, es especialmente fuerte cuando uno es chamo. La juventud cree que la experiencia no tiene nada que decirle y que la gente habla mucha paja.

En cierto sentido es verdad, el mundo entero está saturado de estupideces y de palabras manoseadas, desgastadas. Pero el mayor cliché de todos es creer que esa sabiduría popular no sabe nada y que las cosas de la vida que repite la gente son puro cuento. La edad, que muchas veces es sinónimo de los trancazos y de las jodas que se le ocurren a la vida, te demuestra que detrás de las pendejadas recicladas hay grandes verdades que son algo así como el patrimonio del sufrimiento compartido, que cada generación vuelve a comprobar equivocándose por hacer lo que le da la gana. Y está bien, al parecer es lo que toca.

La ironía, o más bien el chiste cruel, negro como un foso, es el tiempo que uno tarda en comprender que quizás NADA vuelva a estar a la altura de aquel viaje a Morrocoy, de las birras en el mirador o de los domingos de fútbol con tu viejo, de los chistes internos que sólo tú y otra persona pueden entender ni del baño en el mar a las seis de la tarde. De la canción que define a una persona o a una etapa de tu vida, del gol en el minuto noventa, de un abrazo de tu mamá, de la risa de tus panas, de una mirada, una despedida, una película, un libro, una llamada, una casualidad o una sorpresa...Y entonces entiendes que la felicidad se parece a eso, a una sucesión de momentos que en la memoria se diluyen en la nostalgia del olvido. De lo que fue y pasó y de lo que pudo haber sido. 

 Para mí "Blue Label" es el reconocimiento de esto. De esa verdad fundamental que subyace en la simplicidad de las cosas. La conciencia del tiempo y el descubrimiento de que la vida es lo que es y no lo que uno quiere.

Vivir es difícil. La improvisación constante al intentar enfrentar lo que aparece nos coloca en desventaja, siempre a destiempo. Por eso sabemos qué hacer cuando ya todo ha terminado. Por eso lo que define al presente es la insatisfacción constante, la añoranza de algo que no hemos conseguido o de lo que perdimos en algún lugar del camino. Y miramos hacia atrás escarbando en un pasado transformado en visiones y fantasmas que ya no pueden decirnos nada. A veces no hay salidas ni respuestas, sino sólo eso: Un sabor dulce amargo en la boca y la sensación de que casi nada fue lo que debió haber sido, aunque fue maravilloso.

Gracias Eduardo, el viaje con los muchachos es inolvidable...

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