Meursault, el extranjero (La Banalidad del Mal parte IV)



Alguna vez leí un comentario que decía: "El Extranjero de Camus es un libro de 100 páginas sobre el que se pueden escribir 600". Y es totalmente cierto, pues es uno de esos libros en donde lo más importante es lo implicado, lo que no se dice. Sin embargo a algunos les resultaría extraño leer tantas páginas sobre un hombre como Meursault, el portagonista de la novela. Vamos a hablar un poco de él.

Imaginen un hombre sin pasiones, sin convicciones o ideales que determinen su vida, sin planes ni sueños que lo hagan desear algo realmente. Ordinario y común, perfectamente adaptado a la modesta y apática rutina que le tocó vivir. Para un hombre como Meursault las cartas siempre las pone la vida. Sus pensamientos están siempre en el instante inmediato: En la ropa de alguien, en una boca que no le gustó, en el sudor de un cuello. El clima condiciona sus ideas y su disposición de ánimo. Cualquier incomodidad física, como el calor, puede alterarlo casi existencialmente, hasta el punto de abandonar una conversación, dejar de escuchar, o responder cualquier cosa. Cuando alguna situación o algún estímulo lo sacan de su letargo inerte se distrae con observaciones triviales e intrascendentes sobre el sol, la forma de unas manos o los dibujos de alguna taza. Y así Meursault vive y es vivido de manera casi indistinguible, como un espectador de la vida ajena pero también de la suya. Meursault es tanto como la vida le permite ser, con la menor fuerza de resistencia posible.

Cuando murió su madre no pudo llorarla ni velarla correctamente porque se sentía muy cansado por el viaje y hacía mucho calor. Además le parecía natural que las personas viejas murieran en algún momento. Cuando mató al árabe en la playa lo hizo porque el sol era extremadamente molesto y el calor sofocante no lo dejaba pensar. Simplemente se dejó llevar y apretó el gatillo sin convicción y sin motivo. En la cárcel también se acostumbró al encierro. Al principio le afectaba no poder fumar pero pronto se liberó del vicio. Ansiaba y extrañaba el contacto con una mujer pero al poco tiempo ya había aceptado su condición y se inventó una nueva rutina.

Nada logró confrontarlo, nada pudo mostrarle de cara su falta de ser. Nada lo hizo cuestionarse. Su apatía, su conformismo, su desidia, su desencanto, su insensibilidad y todas sus acciones reprochables, que no eran pocas, se desvanecieron sin ser examinadas, al menos un segundo. Meursault no estaba al alcance, nada ni nadie podían llegar hasta él.

Sólo pudo angustiarlo la presencia de la muerte, al ser condenado a la horca. De algún modo encontró algo de su atrofiada humanidad intentando escapar de la ejecución, estirando el tiempo para que no llegara nunca, soñando como si de tanto quererlo pudiera desaparecer y cambiar su destino. Nunca lo hizo. En el fondo tampoco importaba gran cosa. Al final, como el mismo dijo: "Todo el mundo sabe que la vida no merece la pena de ser vivida".

Meursault mató a un hombre y no lloró a su madre el día de su entierro en el asilo. Al día siguiente fue al cine a ver una comedia con Marie, y nunca le importó que Salamano insultara y golpeara a aquel pobre perro, menos aún le molestó cuando lo perdió en la calle. Aquel día en la playa, después del primer disparo fatal contra el árabe, disparó cuatro veces más.

Todo lo hizo sin pasiones, sin odio ni rencor. Meursault no era un mal hombre. ¿Alguien podría creerlo? La existencia es el presente, la vida es el instante, lo que pasa es lo que es y es lo único que ES. Así encontró su libertad Meursault, de la muerte y de todo. Por un momento se sintió feliz y tan sólo deseó que se consumara su destino. Si la vida ha querido que yo exista, ¿por qué habría de desear otra cosa?, si la vida desea que yo muera, ¿por qué habría de querer algo distinto?. Cualquier otra cosa sería el absurdo.

Comentarios

Omar Ureña ha dicho que…
Buen comentario respecto a esa joya literaria. Meursault, enigmático, pero siempre Meursault.
Daniel M. ha dicho que…
Camus y su obra....recuerdo cuando lei por vez primera el extranjero; Meursault se me presentó como un doble, tal como un reflejo sobre un rio en una noche oscura de invierno. Hasta el dia de hoy recurro a su lectura y cada vez se perfilan nuevas emociones que relaciono con vivencias y ese sentimiento de vacío por llenar de significados.

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