Lo Infinito de lo Eterno

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Nunca había sido suficiente tan poco tiempo. Jamás bastó el instante, siempre material y efímero. Disolvente universal de lo vivido, de lo muerto y lo olvidado entre tiempo y espacio. Era imposible sentir en esta sucesión de ausencias, de un permanente no estar que parecía no tener principio. Y me contradigo: Un vacío sin origen no tiene duración. Pero la realidad es esta. Una noción absurda de haber sido, en un eterno presente de abstinencia. Una posibilidad necesaria de volver a lo que aún no se ha vivido. La cuestión es que en el actual estado de cosas esto no puede ser un principio. No pudo haber encuentro en esta ausencia porque esta nada que somos ahora se desploma poco a poco inundada de un gran “antes”. El vacío se sospecha mentira frente a la imponente sensación de algo, de esta presencia que es puente y dinamita, que es camino y es peligro. Que volará en pedazos, que colapsará de tanto pasado, de pura inercia y de inefable destino. Nunca bastó tan poco tiempo y jamás fue suficiente el instante, pero hoy, en la nada que somos ahora, me disuelvo en lo infinito de lo eterno, donde se espera el destino en vez de respirar. Y aunque el principio y el fin se toquen, lo cierto es que desde la ausencia no se puede comenzar.

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